viernes, 10 de enero de 2014

Edén Hotel: nazis, política y... ¿fantasmas?

Vista del frente del edificio original, donde se puede apreciar la simetría de la construcción.
Bien describió María Elena Walsh a la Argentina como “el país del No Me Acuerdo”, pues si uno recorre sus rincones, se topa con historias y lugares que yacen olvidados a pesar de haber vivido  en sus momentos de gloria, mano a mano, con hechos que -en ocasiones- ocupan las páginas más destacadas de la humanidad.
Tal es el caso de la ciudad de La Falda, en la provincia de Córdoba, que nació oficialmente en la tercera década del siglo XX, pero que sus orígenes se remontan en realidad a un emprendimiento extranjero que se iniciara hacia 1897… el Edén Hotel.
Fue hacia finales del decenio de 1890 que tres emprendedores alemanes compraron 900 hectáreas en la provincia mediterránea para comenzar la construcción de un hotel que captara lo más selecto del turismo nacional. Si bien la Argentina vivía una crisis política y económica de grandes proporciones, las familias acomodadas continuaban con su estándar casi impoluto, lo cual era foco de atracción para quienes quisieran hacer negocios.
Sobre este pedestal se encontraba el águila que "protegía" al edificio.
Hacia 1897, Roberto Bahlcke, Juan Kurth y María Herbert de Kreautner compran la estancia “La Falda de la Higuera”. Movidos por las características curativas para las enfermedades pulmonares que se le atribuía al clima serrano, no dudaron en promocionar el lugar como “el rincón más sano y delicioso de la Argentina para toda época del año”. Algunos periódicos hablaban del Edén en consonancia con el Hotel Bristol de Mar del Plata, que por aquellos tiempos era el centro de veraneo de las familias aristocráticas del país.
El edificio fue construido con marcado simbolismo relacionado con la mitología germana, y guardando una perfecta simetría. Estaba coronado por un águila con las alas desplegadas bajo la cual había dos herraduras y una leyenda en latín. Este ornamento no logró sobrevivir hasta nuestros días. El establecimiento contaba con cámara frigorífica, fábrica de helados y hielo, quintas frutales, matadero, tambos y ahumadero de fiambres, lo cual constituía un muy importante guiño a la aristocracia nacional tan adicta al autoabastecimiento para asegurarse la excelente calidad de los productos que consumían. También poseía usina de generación eléctrica propia… los dueños no escatimaron en gastos ni dejaron librado nada al azar, pensando en las pingües ganancias que obtendrían.
Además, Edén Hotel ofrecía todas las atracciones dignas de un edificio con servicios de categoría. Cuentan que la inversión inicial para la construcción fue de 600.000 pesos, y contó con la financiación de la Banca Tornquist.
Detalle del águila que ya no puede coronando el edificio pero que sí podemos apreciar en los membretes. La frase en latín reza "bajo la sombra de tus alas, protégenos" ("sub umbra alarum tuarum protege nos").
A pesar del esfuerzo, los resultados no fueron los esperados, o al menos, los necesarios para hacer del hotel un negocio rentable… Si bien el hotel tuvo su repercusión y fue visitado hasta por el entonces presidente Roca, los ingresos no resultaban suficientes, y las deudas se renovaban. Cansada de ser la única abocada por completo a la administración, mientras sus socios se ocupaban más de las tertulias, María Herbert de Kreautner decidió volver a Alemania, y tiempo después la sociedad se disolvía.
En 1905, el principal acreedor, Ernesto Tornquist, le escribe un telegrama para convocarla a una reunión en Buenos Aires, en el que se muestra preocupado, pues daba al emprendimiento por perdido. La propuesta: que comprara ella el establecimiento y los terrenos por el valor de las dos primeras hipotecas.
Sin tener que compartir las decisiones, y con un país que ha dejado atrás la crisis de 1890, el hotel parece cambiar de suerte. Siete años más tarde, ya había podido levantar todas las deudas. Publicitado no sólo en el país, sino también el exterior, Edén Hotel comenzó a recibir personalidades de todos los rincones del mundo. En sus libros de visitas firmaron Eduardo “Príncipe de Gales”, hijo del rey Jorge V de Inglaterra; Humberto II, duque de Saboya, quien gobernara Italia hacia mediados de 1946, por poco más de un mes. Albert Einstein también piso el establecimiento hacia 1925, en su visita a la Argentina.
Hacia 1912, Herbert de Kreautner decide retirarse del negocio y volver a Alemania. Es entonces cuando le vende la propiedad en 450.000 pesos a los hermanos Walter y Bruno Eichhorn. El trato se concreta con la entrega de una pequeña suma en efectivo y diversos pagarés.

Como sucedió en los comienzos del emprendimiento, el dinero que se recaudaba no alcanzaba para todos los gastos que demandaba el establecimiento (incluida ahora la deuda con la antigua propietaria). Con menos paciencia que la anterior dueña, poco tiempo pasó para que los hermanos Eichhorn vieran como solución el loteo de los terrenos y su venta. En 1914, comenzaba a nacer el pueblo de La Falda.
Podría decirse que la Primera Guerra Mundial fue el espaldarazo definitivo que necesitó el hotel para mostrarse en todo su esplendor. Imposibilitada de viajar a una Europa bajo fuego, la aristocracia nacional terminó de optar por refugiarse en La Falda para descansar. Los Eichhorn comienzan a codearse con la clase política y la aristocracia sin ningún problema.
Sin embargo, sería la Gran Guerra la que marcara a fuego el destino del establecimiento, y no para bien.  Hacia la década del ’20, Bruno Eichhorn y su esposa, Ida, de paseo por una Alemania destruida por la hiperinflación, escuchan a un militar austríaco hablar de la necesidad de recuperar el esplendor perdido por la paz de Versailles que cerró la Primera Guerra. Seducidos con la idea, comienzan a aportar dinero para financiar a este personaje y sus ideas… Tiempo después, Adolfo Hitler reconocería y agradecería en varias ocasiones los aportes a la campaña que realizaba el matrimonio dueño del Edén Hotel.
Cuando Hitler gana las elecciones y se hace cargo de la Cancillería, la relación entre el gobernante y el matrimonio se vuelve más que pública. De hecho, son invitados por el gobierno alemán para ser condecorados por el mismísimo canciller.
Mientras tanto, el ejido urbano de La Falda sigue desarrollándose, de modo tal que en 1934 logra tener municipio propio, y se escinde del de la localidad de Huerta Grande. Paralelamente la medicina muestra avances en la lucha contra las enfermedades, y comienzan a surgir curas antes impensadas… Casi sin darse cuenta, la región del Valle de Punilla va perdiendo el atractivo curativo que fuera su primer imán, pero como la situación de esplendor parecía no tener fin, poco importaba.
Pasillo que comunica los dos jardines de invierno que había en el primer piso.
Las piezas continúan moviéndose en este ajedrez virtual, y algunos grupos argentinos que no eran afines a las ideas sostenidas por el Partido Nacional Socialista Alemán comienzan a mirar con desconfianza al matrimonio y a su hotel. Y denuncian que en el establecimiento funciona una radio de onda corta cuya función sería información al Tercer Reich, sin embargo se encuentran con que el lugar tiene “protección” policial, y obviamente política… El 13 de diciembre 1939, en la conocida “batalla del Río de la Plata” el acorazado Admiral Graf von Spee es hundido en los mares del Sur, y siete de sus tripulantes buscan refugio en el hotel cordobés, donde, aseguran los lugareños, son contratados como empleados.
Como es sabido, no es bueno para un emprendimiento comercial ligarse a una idea de manera tan marcada, tal como el Edén Hotel quedó adherido al nazismo, pues cuando ésta deja de tener importancia resulta muy difícil desligarse en la caída… El desenlace de la guerra es conocido por todos, y el Edén fue arrastrado sin piedad al abismo. El gobierno argentino declara la guerra al Eje hacia fines de 1945 por cuestiones meramente geopolíticas y el establecimiento es incautado a sus dueños y transformado en prisión para diplomáticos japoneses.
Hacia 1947, el presidente Perón les devuelve a sus dueños el hotel, quienes deciden ponerlo en venta. El grupo de compradores fue conocido como “las tres K” debido a sus apellidos (Kartulowicz, Kamburis y Kutscher), aunque existen versiones que agregan a ese grupo a un propietario más… Juan Duarte, cuñado del Primer Mandatario. El hotel no logra levantar cabeza y sigue su caída sin fin, hasta que en 1965 el apoderado del establecimiento, Armando Balbín, hermano del político radical, decide cerrarlo definitivamente. Cinco años más tarde, se intenta instalar un casino en su planta inferior, pero todo el plan queda varado.
Como en la vida, en que los hijos terminan devolviendo a sus padres algo de lo recibido cuando éstos ya no pueden valerse por sí solos, el Municipio de La Falda compra en remate judicial el predio y el edificio hacia 1998, y se lo declara Monumento Histórico Provincial. Hoy en día está siendo rescatado lentamente del olvido y la desidia, y ofrece visitas guiadas a los turistas interesados en su historia de tan sólo un siglo.
El establecimiento quedó reducido a 9 hectáreas de las 900 originales, y el pueblo de La Falda se volvió su refugio al final de la avenida Edén (que fuera otrora el camino obligado de un kilómetro y medio para ingresar al hotel desde el acceso principal, que estaba a metros de la actual ruta 38). No obstante, esto no sirvió como protección, pues el establecimiento fue saqueado y destruido. Dicen en el lugar, en “broma”, que para hacer una visita al hotel en todo su esplendor, habría que recorrer todas las casas de La Falda.
Si su historia final hubiese sido otra, hoy en día podríamos tener una vista del pasado como suspendida en el tiempo, como en las imágenes rescatadas del Titanic, pero el Edén Hotel no fue salvaguardado por el agua, y ahora está imposibilitado de mostrarnos su antiguo brillo más allá de hacerlo por viejas fotografías. Ni siquiera los fantasmas que, dicen, pasean su rancio glamour por los restos del establecimiento han podido evitar el desguace… Sí, fantasmas… pero ésa -sin duda- es otra historia…
El "teatrino" fue construido hacía la década de 1930, junto con un salón de baile y más habitaciones (en la foto se ven las destinadas a los pasajeros hombres solteros). Esta reforma rompió la simetría original de la constucción.

Vista de una de las usinas de electricidad para autoabastecerse con la que contaba el complejo.
Recepción del hotel y escalera hacia el primer piso... hoy en día esta parte ya se encuentra remozada.


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