sábado, 16 de noviembre de 2013

Torre Monumental

Construcción de la torre
Es uno de los emblemas más representativos, y probablemente uno de los más antiguos, del barrio de Retiro, y tal vez por la costumbre de verla siempre, no reparamos en su historia. La Torre Monumental (popularmente conocida como "torre de los ingleses") fue un regalo de parte de los residentes británicos al pueblo de la Nación Argentina con motivo de la conmemoración de nuestro primer centenario de la Revolución de Mayo.
El edificio se erigió en el predio que ocupaba la Compañía de Gas de Buenos Aires desde mediados de la década de 1850, cuando se levantó allí la usina.

Vista actual

Su construcción fue aprobada en 1909 por ley del Congreso Nacional, y fue inaugurada recién el 24 de mayo de 1916. La dilación de los tiempos se debió a diversos factores, entre los cuales se destaca el inicio de la Gran Guerra (luego conocida como Primera Guerra Mundial) en 1914. Otro de los factores probablemente sea que todos los materiales y hasta los obreros provenían de las islas europeas.
La torre, que mide 60 metros de altura, fue proyectada en estilo renacentista por el arquitecto inglés Ambrose Poynter, en tanto que la empresa Koplains & Garden Ltda. fue la encargada de la ejecución de la obra.
Un friso recorre la torre sobre las puertas (una sola está habilitada en la actualidad), en él se pueden ver triglifos y metopas ornamentadas con distintos emblemas representativos de la Argentina y del Imperio Británico, como el sol en el primer caso, y la flor del cardo, en el segundo. Sobre este friso, los escudos de la República Argentina y el Imperio Británico vigilan a cada lado del edificio.
Escudo del Reino Unido
Escudo de la República Argentina
En el séptimo piso se encuentra el reloj de la torre, elaborado por la firma londinense Gillet & Jolmston, que cuenta con cuatro cuadrantes de opalina (uno por cada lado del edificio) que miden más de cuatro metros de diámetro. Un nivel más arriba se encuentra el carrillón del reloj, compuesto por cinco campanas de bronce, cuyo peso supera los 7000 kilos. La cúpula de cobre está coronada por una veleta que representa una fragata de tres mástiles de las que comunicaban los territorios del imperio durante la época isabelina.
Una vez levantada la orgullosa torre, se parquizó la nueva plaza de la ciudad, que se denominó "Británica", nombre que mantuvo hasta 1982, año en que se libró la Guerra de Malvinas. A partir de ese momento, el predio se llamó "Fuerza Aérea Argentina" (en honor a la fuerza que hizo su bautismo de fuego durante el conflicto armado desarrollado entre nuestro país y el Reino Unido).
Años más tarde, se produjo otra demostración de cuánto nos gusta a los argentinos las rivalidades maniqueístas y el simbolismo, y se eligió como lugar para el monumento a los caídos en la guerra la barranca de la plaza San Martín, frente a la Torre Monumental.
En la actualidad, en la Torre Monumental se encuentra el Centro de Informes de Museos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y está prohibido visitar el reloj.


Leyenda sobre la puerta principal
Vista del Hotel Sheraton desde el interior de la torre
El reloj, la cúpula y la veleta

jueves, 25 de julio de 2013

Las batallas de Edison

Se lo conoce como el inventor más prolífico de toda la historia, y hasta podríamos decir que Thomas Alva Edison es el "inventor de las ideas", pues la lamparita es sinónimo gráfico de ellas. Su vida estuvo dedicada a la investigación pero también tuvo que ocuparse de problemas más mundanos, pelear por sus creaciones, luchar con su ego.
Por cierto que una batalla no se lleva a cabo en soledad, se precisa un contrincante (o varios), y si es posible algún aliado. Edison los tuvo: los conocemos asociados al mundo de las finanzas y la industria petrolera, se trata de J. P. Morgan y John Rockefeller, quienes a fines del siglo XIX se enfrentaron por el negocio de la electricidad, que podría ser súper exitoso o hundir a quien confiara en la peor de las bancarrotas (la que está acompañada por el ridículo).
Es en diciembre de 1879 cuando un joven Thomas Alva Edison ilumina (por primera vez públicamente) su laboratorio con energía eléctrica. A partir de allí, cambiaría la historia de la humanidad. Cabe señalar que muchos discrepan con la idea de que Edison fuese el inventor de la lamparita eléctrica incandescente, y mencionan otros nombres tales como Warren de la Rue, Joseph Swan y Humphry Davy.
Una vez presentado el laboratorio iluminado, era tiempo de encontrar inversores que quisieran hacerse cargo de financiar el desarrollo masivo del sistema que acababa de dejar boquiabierta a la sociedad norteamericana. La idea era “electrificar” Nueva York. El joven banquero J. P. Morgan aceptó el desafío, y contra lo que le aconsejaba su padre, invirtió en la idea (en 1880 formarían la Edison General Electric).
Por su parte, el petrolero John Rockefeller fue un acérrimo detractor del sistema que proponía Edison, no porque no creyese en él, sino porque era quien se encargaba de suministrar el aceite y el gas con que se alimentaban las lámparas. Un ataque certero a su prolífica economía.
Es sabido que todo invento que mejore la vida es recibido con entusiasmo por sus beneficiarios, y sin duda, la idea de iluminar un ambiente con solo apretar un botón, lo era. Pero también es cierto que lo nuevo genera temor, y cualquier noticia que demostrara la nocividad del invento prendería en la sociedad de la época sin mucho esfuerzo. Es por eso que Rockefeller comenzaría una lenta pero por momentos exitosa campaña de desprestigio del sistema propuesto por el pluriinventor. Para ello se encargaba de publicar en los periódicos el lado negativo de la manipulación de la electricidad: las muertes por electrocución.
Thomas Alva Edison
No era ésta la única guerra que debía enfrentar Edison, pues un empleado de su laboratorio, Nicholai Tesla, le abriría un nuevo frente de batalla… Edison trabajó con el sistema de corriente continua (DC), cuya desventaja más notoria era la transmisibilidad, en cambio, Tesla había desarrollado motores que trabajaban con corriente alterna (AC), y cansado del desprecio de su idea por parte de Edison, decidió renunciar y conseguir su propio inversor. El industrial George Westinghouse fue quien aceptó el desafío.
Comenzaba la denominada “guerra de corrientes”, y quien saldría más herido sería Edison. Otro empleado de su laboratorio, Harold Brown, había investigado la electrocución, y había desarrollado un elemento de castigo que funcionaba con corriente alterna: la silla eléctrica. En un intento por desprestigiar a Tesla, Edison apoyó el proyecto (es por esta razón que se le adjudica a él también erróneamente este invento) ya que suponía que al utilizar el sistema de corriente ideado por Tesla, éste quedaría unido a la silla de la muerte. Sin embargo, las cosas no resultaron como él pretendía, y luego de la primera ejecución, la imagen de Edison (que había apoyado el proyecto) cayó en picada.
El directorio de la Edison General Electric decidió remover el nombre del inventor de su denominación como para no unir la suerte de la empresa a la imagen negativa que afrontaba su alma máter. Rockefeller no pudo ir contra el progreso, pero tampoco (justo es decirlo) le fue mal con sus negocios. La batalla de las corrientes finalizó con éxito para Tesla, pues Westinghouse presentaba mejores presupuestos para el desarrollo de los trabajos… Sin embargo, quien pasaría a la historia sería Edison que continuó creando, y patentando inventos, y hoy su nombre nos resulta moneda corriente.




lunes, 8 de julio de 2013

66 años mirando al cielo

Primera noticia del "incidente Roswell"

Si bien existen registros e historias de avistamientos de objetos voladores no identificados anteriores a 1947, no puede negarse que el conocido "incidente Roswell" es un punto bisagra en lo que podríamos llamar la historia de los OVNI.
Sucedió en la primera semana de julio de 1947, cuando un granjero de Roswell, Nuevo México, salió a recorrer sus tierras, luego de que la noche anterior se produjese una fuerte tormenta. Durante su inspección notó que había pequeños fragmentos metálicos dispersos en el terreno. A medida que avanzaba, esta "chatarra" tenía mayor tamaño. Cuentan los registros que de pronto se encontró con una zanja ancha y poco profunda de tierra, como si hubieran sacado una lonja del terreno.
Asustado, W. Brazel tomó unos trozos de metal, e hizo la denuncia. A partir de ese momento, nada volvería a ser igual, no sólo para él, sino para toda la ciudad.
Para intentar comprender qué sucedió en la cabeza de los habitantes, hay que situarse en tiempo y espacio. La Segunda Guerra Mundial estaba prácticamente recién terminada, y se encontraba en sus etapas iniciales la denominada "Guerra Fría", un enfrentamiento solapado, desarrollado entre amenazas nucleares y espías, que se produjo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética (como actores principales).
La psicosis por la amenaza nuclear era grande, luego de que los Estados Unidos atacaran las ciudades de Hiroshima y Nagasaki con un arma desconocida e inusitadamente letal: la bomba atómica.
En cuestión de horas, el "incidente Roswell" se convirtió en asunto de alta seguridad para el gobierno, al menos hasta que se supiera qué había sucedido, o para que no se filtrara información si el aparato caído pertenecía al ejército. La zona fue cerrada por los militares y el flujo "oficial" de información se cortó abruptamente.
Algunos pobladores cuentan que Brazel habló de trozos de metal con caracteres indescifrables (bien podrían haber sido en idioma ruso o "marciano"), y otros recordaron haber presenciado avistamientos de luces extrañas sobre la zona durante ese año.
Varios días después (el 8 de julio) la noticia se filtró en la prensa escrita... el mito extraterrestre había nacido.
Entrada al museo, en el 114 North Main Street 
Poco se sabe en realidad del incidente, pero lo cierto es que a partir de ese momento el cielo fue escudriñado por propios y extraños en busca de los visitantes de otros mundos que venían en son de paz, o para conquistarnos (en 1938, plena Segunda Guerra Mundial, Orson Wells transmitió por radio la adaptación de la novela de H. G. Wells, "La guerra de los mundos", en la que se producía una invasión marciana en la Tierra, lo que causó pánico en la población de Nueva York... la idea estaba instalada... la amenaza estaba ahí afuera). Resulta llamativo, también, que es por esta época en la que surgen los grandes superhéroes de los cómics, con residencia en los Estados Unidos y siempre dispuestos a luchar contra el Mal para salvar a la nación. Evidentemente, el miedo existía, y la industria publicitaria tenía que afianzar la confianza en la seguridad.
Volviendo a Roswell, más allá de las teorías conspirativas, y los cuerpos de los extraterrestres que, según dicen, trasladaron a un lugar "secreto" en el Campo de Pruebas y Entrenamiento de la Fuerza Aérea, llamado "Área 51", la historia de Roswell cambió la vida de ese pueblo, que se reconvirtió poco a poco en la capital mundial de los "platos voladores" (la agencia Associated Press los llama "flying disks"), con museo alusivo, festivales y merchandising por doquier (una taza de cerámica con la impresión de la primera plana del diario que dio la primicia se consigue a diez dólares). También dio inicio a una subindustria del entretenimiento de la que Hollywood y el mercado editorial supieron sacar provecho con creces.
Hace 66 años que miramos al cielo buscando respuestas, casi como rezando en una nueva religión. Hace 66 años nacía el mito, o tal vez el mito dejaba de serlo para volverse una realidad palpable... todo depende del lado de la historia que tengamos ganas de creer... porque al fin y al cabo, el universo en infinito, y todo se vuelve en una cuestión de fe...

Portada digital del diario de Roswell
Fuentes de las imágenes: www.roswellufomuseum.com y Roswell Daily Record.

jueves, 2 de mayo de 2013

Sopa de dioses, todos los días...


Los usamos y repetimos hasta el cansancio todo el tiempo, y hasta tenemos nuestros preferidos, y sin embargo desconocemos su procedencia. Se trata de los nombres de los días de la semana. ¿De dónde provienen? ¿Por qué se denominan de esa manera?
Vale aclarar que la semana no tuvo siempre siete días, y que esta convención proviene de los romanos y su calendario lunar (se guiaba por los ciclos del astro de 28 días). Dicho esto, empecemos a desmenuzar cada día, para conocer el origen de sus nombres.
El domingo arrastra su nombre de la Iglesia Católica, pues proviene de dominicus dies, que significa “día de Dios”. Sin embargo, se podría decir que no se diferencia mucho de las formas antiguas, y que en los idiomas anglosajones se mantiene. Antiguamente, era el día dedicado al Sol (como deidad) y se llamaba dies solis en latín, y hemera heliou en griego. En inglés, aún hoy se llama sunday (en tanto en alemán es sonntag -sonne es sol-, y sunnundarg en noruego).
Si avanzamos en la semana, el lunes debe su nombre a la Luna, y proviene del latín lunæ dies. En griego, era hemera selenes (recordemos que Selene es el nombre de una antigua diosa lunar). En las lenguas anglosajonas, en inglés es monday (apócope de moon day); montag en alemán, y maandag en holandés. En los otros idiomas latinos, tenemos que en Italia se llama lunedi, mientras que en francés se denomina lundi.
Marte y Venus-
Continuando con nuestra semana lingüística, no caben dudas de que el martes es el día en honor al dios romano de la guerra (Marte, martis dies). En Francia, se dice mardi, mientras que en Italia es martedi. En griego, en cambio, el dios que regía las batallas era Ares, y en la península helénica martes se decía hemera areos. Ahora bien, en principio aquí se desbarataría la unión que tiene el tema de los nombres de los días entre las lenguas latinas y anglosajonas. Sin embargo, debemos decir que tuesday en el antiguo inglés era tiwesdæg, y si bien eso no nos dice mucho, Tiwes era el dios del aire para los primitivos germanos, y Tiu el dios de la guerra en pueblos más cercanos a nuestra era, también en la zona de la actual Alemania. Así llegamos al actual tuesday del inglés; tisdag del sueco, y tisdarg del noruego.
Poco a poco hemos llegado al miércoles, la jornada que homenajea al dios Mercurio (mensajero de los dioses, quien por sus sandalias aladas podía recorrer enormes distancias en poco tiempo, luego sería tomado también por el comercio), pues su nombre en latín es mercurii dies. En griego, se llamaba hemera hermou (por Hermes, el dios mensajero para los helenos). En italiano es mercoledi, mientras en que francés se dice mercredi. En los idiomas sajones, tenemos que wednesday es en inglés, y deriva de antiguo inglés wodnesdaeg (literalmente Woden’s day). Woden es un dios de las culturas protogermánicas, relacionado con el escandinavo Odín. De estas dos deidades toma el miércoles su nombre en los diferentes idiomas sajones, salvo en el alemán que trocara a mittwoch, que significa mitad de semana.
Al dios romano Júpiter le tocó en gracia el jueves. Y todos sabemos que su paralelo griego es Zeus. En el idioma heleno, pues, se nombraba a este día como hemera theo, algo así como el "día del Dios", siendo que Zeus era el supremo griego. En las correlatividades con el panteón universal, Júpiter tiene el mismo escalafón que el germano Thor. Y es de aquí que se derivan los “jueves” en los idiomas anglosajones: el actual thursday proviene del antiguo inglés ƥurresdaeg, probablemente una derivación del ƥurnesdaeg (día de Thor). Sabemos que thor es el dios del trueno, y con esto llegamos a donnerstag, que es el “día del trueno” (literalmente jueves en la lengua germana).
Y si de dioses hablamos, no podrían estar ausentes las representantes del amor… Es así que viernes deriva de Venus (dies veneris), diosa romana encargada en el tema. Afrodita tiene su parte en Grecia con el hemera Aphrodite. Por su parte, el antiguo inglés llamaba a este día frigedaeg que significaba “Frigga’s day”, en honor a una de las tres esposas de Odín (Frigg) que representa el amor, el matrimonio, la tierra cultivada, entre otras cuestiones siempre relacionadas con la fertilidad. Algunos sostienen que, en realidad, la diosa germana Freya estaría más relacionada con Venus que la mismísima Frigg, y que de ella se deriva el alemán freitag, y que de allí proviene el inglés actual friday.
Este largo recorrido de la semana culmina con el sábado, otro día complicado para hallar correlaciones directas, aunque las tenga. El español “sábado” proviene según el Diccionario de la Real Academia Española del latín biblíco sabbatum, que a su vez deriva del griego, que es tomado del hebreo Sabbat, y éste del acadio sabattum, y significa “descanso”. Probablemente porque haya sido el día en que el dios católico descansó, luego de crear al mundo (en siete días). En griego, el sábado era llamado hemera kronos, por el titán Cronos, quien fue equiparado al dios romano Saturno. En latín, el sábado era llamado (antes de la injerencia cristiana) saturnii dies. En inglés, por ejemplo, es saturday, y este vocablo proviene del inglés antiguo sæterdaeg (día de Saturno). En holandés, es zaterdag, por citar un caso más.
La semana portuguesa merece un párrafo aparte, pues a diferencia de los ejemplos que hemos visto, en este idioma sólo dejan relacionados los fines de semana (sábado y domingo), pero en los demás días optaron por denominarlos a su modo como segunda, terça, cuarta y quinta feiras, según su orden con respecto al comienzo de la semana. Y lo mismo ocurre con el griego actual donde los días de la semana son: deftéra (défteros: segundo), triti (trítos: tercero), tetárti (tétartos: cuarto), pemti (pémtos: quinto) y paraskeví (que a diferencia del portugués no proviene de sexto [éctos], sino que significa “día de la preparación”). En tanto, los del fin de semana son: sávato y kiriakí (derivado de kirios: Señor).
Esto es sólo una pequeña muestra de la extensa red que se ha ido tejiendo entre las diferentes culturas para denominar a los días de la semana. Intentar abarcar a todos los idiomas a lo largo de la historia sería imposible, al menos si buscase hacerlo sólo en siete días…

miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Quo nomine vis vocari?... Vocabor Franciscus...

Presentación en la web del Vaticano del nuevo Papa.
Y la fumata fue blanca... Luego de un par de días de votaciones, el Colegio Cardinalicio se puso de acuerdo, y entronizó como cabeza de la Iglesia Católica al cardenal argentino Monseñor Jorge Bergoglio.
Como es costumbre, el elegido cambió su nombre secular, y optó por "Franciscus" (por protocolo, oficialmente el nombre del papa se inscribe en latín). El cambio de apelativo tiene una razón, la "despersonalización" de quien hasta ese momento era un hombre al servicio de su congregación, para transformarse en el sucesor de san Pedro, el representante de Dios en la tierra... todo un simbolismo.
Algunos indican que la medida tiene su raíz en que, según la Biblia, Dios le cambió el nombre a Shimon, cuando le encomendó la tarea de congregar fieles con las palabras "tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia". No obstante, las crónicas señalan que los papas solían mantener en los primeros siglos sus nombres de pila.
El primero en repetir un apelativo (por casualidad del bautismo) fue Sixto II, quien tomara las riendas de la Iglesia en el año 257. Algunos elegidos decidieron modificar sus nombres adrede, dado que los mísmos hacían referencia a dioses paganos, como fue el caso de Mercurius, un romano ungido pontífice en el año 533. Cinco papas, a su turno, lo imitaron en esta elección personal.
Fue a partir del 996 que esta práctica se torna costumbre, en ese año, Bruno de Carintia adopta el apelativo "Gregorio V".
Entre las elecciones de nombres, hay algunos que destacan por la preferencia y otros que no se han reiterado nunca. Así, por ejemplo, la Iglesia ha sido conducida sólo una vez por un Hilario (461-468); un Símmaco (498-514); un Sabiniano (604-606), entre otros con apelativos al menos muy llamativos en la actualidad.
Por otra parte, el ranking de los preferidos lo encabeza, por lejos, Juan (23 veces). Le siguen: Gregorio y Benedicto (16 veces), Clemente (14); León e Inocencio (13), y Pío (12), entre los más populares.
El primer cardenal en adoptar un nombre compuesto fue Albino Luciani quien en 1978 pidió llamarse Juan Pablo (en honor a sus antecesores inmediatos Juan XXIII y Pablo VI). Como era la primera vez que se utilizaba, no llevaba número, pues era el único pontífice en la historia en llamarse así. Todo cambió cuando muere 33 días luego de ser ungido papa, y su sucesor elige también Juan Pablo como apelativo, comenzando a ser diferenciados como I y II, respectivamente.
Esa es la razón de por qué Bergoglio es sólo Francisco, y no Francisco I, como se lo está nombrando en la prensa.
Es de suponer que la elección del nombre realizada por el cardenal argentino se deba a san Francisco de Asís. En caso de ser ésta la razón, sería un mensaje simbólico (de austeridad) sobre el rumbo que le impondrá a su pontificado. Nada mal para una institución religiosa que atraviesa una de sus peores crisis de los últimos siglos, y necesita un cambio urgente.
Sic Deus audivet Franciscus...

lunes, 11 de marzo de 2013

El Cónclave más largo de la historia


En las próximas horas se iniciará el Cónclave que elegirá al próximo sumo pontífice, cabeza de la Iglesia Católica.
Según puede leerse en la prensa, parece estar todo milimétricamente organizado, y hasta se supone que no existirá Sede Vacante más allá del próximo fin de semana. Sin embargo, no siempre fue así.
Tras la muerte de Clemente IV en 1268, los encargados de elegir a su sucesor se reunieron en el Palacio Episcopal de Viterbo. Las internas y las luchas políticas (principalmente entre Francia y algunos reinos italianos, y las propias intestinas del catolicismo) convertirían a esta elección en la más larga de la historia… duró 34 meses.
En aquella época, los encargados de votar no tenían obligación de recluirse durante el período de elección. Fue al ver que el tiempo pasaba y no se llegaba a una decisión, que los magistrados de la ciudad encerraron a los cardenales para evitar que se distrajeran con otras tareas. Y a partir de ese momento, sería una práctica habitual que le terminaría dando nombre a las reuniones de cardenales: cónclave (del latín “con llave”).
Pero esta medida tampoco surtió efecto, y pasados unos meses los magistrados fueron por más: le destrozaron el techo al recinto del palacio episcopal donde se encontraban los sacerdotes, para que las inclemencias del tiempo aportaran la premura que les faltaba, y por si fuera poco, les racionaron los alimentos. Paralelamente, los reyes de Sicilia y Francia llegaron a un acuerdo por el que se decidió que el número de electores debía reducirse aun más (ya tres habían muerto por causas naturales durante esos años), entonces los cardenales reunidos designaron a seis representantes que serían los encargados de elegir al nuevo pontífice.
Gregorio X.
Al fin, el 1 de septiembre de 1271 se designa a Teobaldo Visconti como nuevo Papa (el 184°)… lo curioso es que Visconti era arcediano de Lieja. Sí, tres años reunidos y el elegido ni siquiera era sacerdote, pues un arcediano es un ministro de la iglesia de grado segundo en dignidad, inmediato al sacerdocio. Visconti se encontraba en Oriente (en la actual ciudad de Acre) participando de una peregrinación a Tierra Santa, por lo que llegó a Viterbo recién en febrero de 1272. Tuvo que ser ordenado sacerdote, y aceptó la dignidad de cabeza de la Iglesia con el nombre de Gregorio X.
Durante su papado (1272-1276), logró una efímera unión entre la iglesia de Oriente y Occidente, mediante el II Concilio de Lyon.
Este “cónclave” fue el puntapié inicial a las regulaciones que se fueron imponiendo hasta nuestros días para elegir al sucesor de san Pedro, con el fin de evitar dilaciones como las de aquella elección en la Edad Media.




sábado, 12 de enero de 2013

Crónica de un terremoto anunciado (Sevilla, 1504)


Nadie discute en pleno siglo XXI que el planeta Tierra está recubierto con placas tectónicas que se encuentran en constante movimiento, ni desconocemos cómo se generan esos desplazamientos, comúnmente conocidos como terremotos. Sabemos también que se han producido desde hace millones de años, aunque son pocas las crónicas detalladas que existen de estos fenómenos en la Antigüedad, ya sea por falta de medios para registrarlas o porque el paso del tiempo se ha encargado de destruirlas.

Portadilla del libro.
Navegando en la Web, di con un libro llamado “Historia de Sevilla” (que data de 1587), y que ha sido digitalizado por Google. Allí, su autor, Alonso Morgado, autodenominado “indigno sacerdote”, recoge el testimonio de un pergamino guardado en la “Sancta Iglesia Mayor” de Sevilla, en el cual se relata un seísmo producido en esta provincia española en 1504 (el epicentro fue la ciudad de Carmona, distante a 28 km de Sevilla).

Resulta muy interesante la crónica del suceso y la reacción de los pobladores. Bajo el título “Terrible y espantoso terremoto y temblor de tierra en Sevilla, y en otras muchas partes, y alrededores de su Comarca”, comienza citando Morgado que: “En el año del Señor de mil y quinientos y quatro, en la Indicion septima, en la ciudad de Sevilla, Viernes Sancto, cinco dias de Abril, casi a la hora de Tercia después de salido el Sol, como a las nueve del dia. Siendo Sumo Pontifice Iulio Segundo, y Arçobispo de Sevilla Don Iuan de Çuñiga Maestre, que fue de la Orden, y Cavalleria de Alcantara, y agora es Presbitero Cardenal Titulo de Sancta Anastasia. Y reynando en las Españas, en Sicilia, y en Cerdeña los Christianissimos Reyes Don Fernando, y Doña Isabel, quando el Clero, y todo el Pueblo estavan en los divinos oficios en esta, y en todas las de mas Iglesias, y Monasterios desta dicha ciudad, y el Cielo claro y sereno, se vio repentinamente, levantarse vn tan cruel, y terrible Terremoto, que estremeció toda la ciudad. Y de tal manera, se vieron remover, y temblar todos sus edificios de Templos, y de casas, como si verdaderamente estuvieran pendientes en el ayre”.

Continúa el cronista describiendo: “Andavan assi hombres, como mugeres assombrados, atonitos, y fuera de si, y llenos de vn divino temor por la muerte, que vian al ojo. Y hiriendo sus pechos con grandes clamores, llamavan a Dios, y a la benditissima virgen sancta Maria su madre preciosa, invocando su misericordia, y divino favor”.

El comportamiento de los animales también fue reflejado en aquel pergamino: “Por otra parte los atemorizavan del todo los temerosos, y dissonantes bramidos de las Bestias, y Animalias, los tristes balidos de las Ovejas, y los aullidos de los Perros. Las Lechuzas, y las de mas Aves nocturnas desamparando sus nidos, y covachas, se vian andar contra su naturaleza, rebolando en medio del dia”.

Continúa Morgado contando que el pergamino señala que el río también tuvo su protagonismo, pues: “el rio Guadalquivir con sus Naos, y toda su Flota se vio diferentes vezes tan fuera de madre, que atemorizó por su parte toda la gente de Sevilla, juzgandose ya en el vltimo, final dia del juyzio”.

Fue tal la fuerza del seísmo, que según el pergamino “se vio la Torre de la Sancta Iglesia Mayor removerse, y temblar de tal manera, que de suyo cinco, y mas vezes se tañeros las Campanas […] Y romperse, y abrirse tambien por medio las Peñas, y las Breñas exalando de si vn vapor muy espesso todo mezclado con ceniza, que dexava encenizados los arboles, y toda la tierra. Y que fue tal la tempestad, y grandes lluvias, que rebalsaron las Villas Carmona, Cantillana, Villanueva, y Lora. Cuyas Fortalezas, y mayores edificios se rompieron, hiriendo, y matando mucha gente…”.

Los sevillanos huyeron, pues, al campo y despoblados, dejando en sus casas oro y plata, según el texto que cita Morgado, debido al pánico que tenían por lo que interpretaban como la llegada del fin del mundo.
Meses más tarde, otro terremoto sacudió la zona, y también fue registrado por el cronista en dicho pergamino: “Tambien en dia Viernes veynte y vno del mes de Iunio del mismo año, como a las onze de la noche tembló otra vez la tierra, y por tres, o quatro vezes se estremecio terriblemente, y aunque este segundo Temblor no hizo el estrago, ni derribó los edificios de Sevilla, como la vez primera, a lo menos renovó, y refrescó de tal manera el no bien asegurado temor de lo pasado, que todas las gentes de Sevilla temiendo les amenazava otro semejante Terremoto, turbadas, escandalizadas, y llenas de pavor, ocurrieron en aquella hora de media noche a los Templos. Adonde con humildes oraciones clamaban a Dios, implorando su divino auxilio”.

Finaliza el cronista diciendo: “Muchos uvo, que antes que sucediesse este terrible Terremoto, lo anunciaron. Empero (dize este testimonio) lo que dexamos referido, es lo que todos vimos, y sentimos”.

Es sabido que todos estos fenómenos naturales de causas desconocidas (en esa época lo eran), además del miedo, generaban malos presagios. Este caso no fue una excepción, pues relata Morgado que el terremoto “conforme al juyzio de los mejores Astrologos, pronosticava muerte, y fallecimiento de algun Principe Christianissimo”. Hoy contamos con más conocimientos, y sabemos que esto no es así… aunque justo es decir que el 26 de noviembre ese mismo año (1504) en la ciudad de Medina del Campo, la reina Isabel “La Católica” fallecía a los 55 años… Un dato, al menos, curioso…

(Se ha respetado fielmente el castellano utilizado en el texto.)