sábado, 5 de mayo de 2012

El alarido infinito...


"Cuando pinto, nunca pienso en la venta del cuadro", dijo Edvard Munch... Y lo cierto es que su obra fue más repudiada que admirada, si hasta fue calificada como una mezcla de "pure de pescado en salsa de langosta", y su primera exposición fue catalogada como "un insulto al arte". No obstante, él siguió mostrando su mundo interno, sus penas, sus agobios, sus miedos y sus angustias.
Acercarse a la obra de este artista noruego, es entrar en el universo más oscuro que puede existir un ser humano. Y, a mi juicio, "El Grito" es la obra sublime en cuanto a esta experiencia.
Pintado a sus 30 años de edad, este trabajo logra tal nivel de expresionimo, que fue reproducido hasta el hartazgo, desde Andy Warhol hasta Los Simpson. Y si lo queremos medir con la vara consumista, debemos contar también que esa cara que, sin rasgos, refleja el horror a niveles casi inexplicables, fue la base para la máscara utilizada por el asesino serial de la saga "Scream" (grito). Además, cualquier semejanza con la cara de Macaulay Culkin en "Mi pobre angelito" cuando descubre que su familia se lo olvidó y se fue de vacaciones sin él, tal vez no sea una mera coincidencia. Munch ha llegado a Hollywood, no hay más que agregar al respecto.
La característica de este artista es su universo oscuro, en tensión constante, con el predominio de sentimientos como dolor, horror, tristeza, angustia, a los que convirtió en el motor de su existencia (no sólo de su obra). Él mismo declararía que "sin el miedo y la enfermedad, mi vida sería como un bote sin remos".
Nacido a finales de 1863 en Loten, Noruega, su familia se mudó a Kristania (antiguo nombre de Oslo) cuando él tenía sólo un año. Su salud siempre fue frágil, por lo cual los pronósticos familiares no le daban mucha perspectiva de vida. Su infancia estuvo signada por la desgracia. Cuando él tenía cinco años, vio morir a su madre a causa de la tuberculosis. Pocos años más tarde, su hermana mayor, la que tenía más llegada a él, seguiría el mismo camino. A partir de la muerte de su madre, su padre ahondó sus sentimientos religiosos, al punto de profetizarles a sus hijos el castigo y la condenación eterna ante cualquier travesura. La amenaza del infierno fue una constante en su niñez, aunque a juzgar por su obra, podríamos aventurar que Munch vivía un infierno personal, una existencia atribulada y penosa. Incomprendido por su entorno, se dedicó a la pintura, aunque este camino no le resultaría fácil tampoco, pues el estilo que imprimía en sus obras no era bien recibido.
El paisaje que refleja en "El Grito" (1893), su primera obra completamente expresionista, lo repite un año más tarde en otro trabajo denominado "Angustia".
Cualquier obra de arte está sujeta a interpretación, y en este sentido, "El Grito", por ejemplo, no deja bien claro si el personaje en cuestión está escapando de las dos siluetas que caminan detrás de él, o si, en cambio, está frente a lo que le genera el terror y la desesperación que desembocan en esa mueca. No obstante, durante una de tantas internaciones que sufrió a lo largo de su vida, escribió unas notas que podrían explicar un poco más el origen de la obra. "Iba caminando con dos amigos por el paseo -el sol se ponía-, el cielo se volvió de pronto rojo, yo me paré; cansado, me apoyé en una baranda -sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no se veían sino sangre y lenguas de fuego- mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo, y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza", explicó. Sin lugar a dudas, si eso fue lo que sintió, lo reflejó a la perfección...
Esta semana, Edvard Munch se adueñó de las portadas de los diarios de todo el mundo, pues una de las copias de "El Grito" (existe más de una, debido a que la obsesión de Munch lo llevaba a repetir sus trabajos, en busca de la profundización del impacto que causaban), la única en manos privadas, se vendió a casi 120 millones de dólares (según trascendió, la corona catarí sería la compradora) en una subasta de Sotheby's. Un precio nada despreciable para no haber pensado en la venta del cuadro al momento de hacerlo.

Algunas de las parodias de la obra


La obra de Andy Warhol.


Bob Esponja, Patricio y Calamardo.
Homero Simpson.