Es la sede del gobierno
nacional de la República Argentina, y su evolución arquitectónica bien podría
compararse con la historia política del país. Erigida en el lugar que ocupara el antiguo fuerte precolonial, su desarrollo
fue por demás desprolijo, y ha pasado por distintos estadios hasta llegar al
edificio que conocemos en nuestros días.
Pocos años después de la segunda fundación de Buenos Aires,
se levantó sobre las barrancas que asomaban al Río de la Plata la “Real
Fortaleza de don Juan Baltasar de Austria”. Con el tiempo, se le agregó un
murallón con torreones salientes en sus cuatro ángulos y hasta puente levadizo.
Además, se la rodeó de un foso. Hacia el siglo XVIII, con su fisonomía ya
asentada, cambió su nombre por “Castillo de san Miguel” (ya que se lo había encomendado
a la “protección” de este santo). Al crearse el Virreinato (1776), se reforma
la residencia de los gobernadores dentro del fuerte, y se la convierte en
“palacio virreinal”. El fuerte fue sede de gobierno desde su origen, salvo
durante el mandato de Rosas, quien lo usó para la reserva de tropas.
A medida que crecía el Virreinato, y luego de 1810, la
Confederación, la sede de gobierno era modificada, y refaccionada; se
derrumbaban distintas secciones del fuerte y se buscaba modernizar el lugar. En
1820, por ejemplo, el presidente Rivadavia sustituyó el puente levadizo por un
portón de estilo neoclásico.
Hacia 1855, se construyó detrás del fuerte la Aduana Nueva,
conocida también con el nombre del ingeniero inglés que se encargó del proyecto
(Aduana de Taylor). Cuarenta años más tarde dejaría de funcionar, para dar paso
al proyecto conocido como Puerto Madero (también en honor a su creador, Eduardo
Madero), construido sobre terrenos ganados al río.
Durante su presidencia (1868-1874), Domingo Faustino
Sarmiento se mostró particularmente interesado en la comunicación,
probablemente porque la interpretaba como un símbolo de desarrollo, que tanto
le preocupaba. Además del conocido impulso a la educación, fue en su gobierno
que la actividad postal tuvo un importante crecimiento. El 5 de octubre de 1872
se dicta la ley 556, por medio de la cual se expresaba la necesidad de
construir oficinas de correo en todo el país y una sede principal, que estaría
ubicada en la esquina suroeste que había ocupado el antiguo fuerte, al lado de
la casa de gobierno. La proximidad de ambos edificios da una idea del rol
destacado que tenía la actividad para el gobierno de Sarmiento. La construcción
de la “Casa de Correos y Telégrafos” estuvo a cargo del arquitecto sueco Carl
Kihlberg.
Si bien durante la presidencia de Sarmiento también se
reacondicionó el antiguo “palacio virreinal” (por ejemplo, es de esta época que
toma el color rosado que le daría su nombre), el contraste entre el flamante
edificio de correos y la sede del gobierno nacional era muy grande. Fue Julio
Argentino Roca, durante su primer mandato (1880-1886), quien encarga al
arquitecto sueco Henrik Aberg la construcción de la nueva casa de gobierno
sobre la esquina noroeste del antiguo fuerte, con la premisa de que mantuviera
similares líneas arquitectónicas con la Casa de Correos y Telégrafos, que tan
buen impacto había producido en la población. Hacia 1884, se podían ver dos
casas similares (no iguales, pues la de gobierno tenía balcones que la de
correos no poseía) separadas por una pequeña calle, al fondo de la cual se divisaba
la vieja casa virreinal.
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Vista de la casa virreinal y al fondo el edificio de correos. |
La República Argentina continuaba creciendo, y con ella, las
necesidades administrativas del gobierno nacional. Para solucionar este tema,
se decidió anexar el edificio de correos al palacio gubernamental, pero no sólo
en lo que hace a tareas, sino también arquitectónicamente. El proyecto fue
encomendado al arquitecto italiano Francisco Tamburini, quien ideó un gran arco
de triunfo para unir ambas fincas, con la idea de que fuera utilizado como
puerta principal de acceso. Además de cerrar completamente la manzana con una
construcción de estilo italiano, una gran fachada de cara al río y la explanada
en el lado norte. El edificio de correos se trasladó entonces a la esquina de
Bolívar y Moreno, y la casa virreinal fue demolida por completo, proyectándose
en su lugar el conocido “Patio de las Palmeras”.
Con la obra de Tamburini se hizo notoria una mínima
diferencia de altura existente entre los dos edificios, la cual quedó plasmada
en la irregularidad que presenta la unión de la ménsula de la otrora Casa de
Correos con la del arco correspondiente a Balcarce 50. Además, en el agregado
realizado por el lado norte (el de la explanada) también se puede ver cierta
“desprolijidad” en la unión con la casa de gobierno construida por Aberg.
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Irregularidad en la unión de ménsulas. |
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Otra desprolijidad en la obra de Tamburini. |
Tanto el edificio de Kihlberg como el de Aberg tenían techos
de mansardas que se mantuvieron hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se
cambiaron por planchas de cobre. Desde 1891, la fachada este se encuentra
presidida por el grupo escultórico “Las artes, la ciencia y el trabajo coronan
la República”, obra del artista italiano Achille Bianchi.
La casa de gobierno está edificada sobre una barranca, lo
cual hace que la fachada del lado oeste cuente con tres pisos, mientras que la
del este presenta cuatro niveles.
Durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1914), la
sede de gobierno fue utilizada también como vivienda por el primer mandatario,
pues una enfermedad que lo aquejaba lo imposibilitaba para trasladarse con
comodidad. Sáenz Peña fue el único presidente que vivió en Balcarce 50 (como
también se denomina a la Casa Rosada, aunque ya no sea la dirección de ingreso
oficial). Remodeló, pues, el lado noreste, donde fijó su residencia. Las
modificaciones edilicias, que incluían un jardín de invierno, estuvieron a
cargo del arquitecto francés Norbert Maillart (autor también de la sede de
Tribunales, el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Palacio del Correo, las
dos últimas con la colaboración del ruso Jaques Spolsky).
El predio que ocupara la antigua Aduana de Taylor se
transformó en un parque que también fue modificado con el paso de los años. El
proyecto original estuvo a cargo del paisajista Carlos Thays y fue inaugurado
en octubre de 1904. En 1921, se terminó el monumento a Cristobal Colón,
esculpido en mármol de carrara por el artista Arnaldo Zocchi, donado por el
gobierno italiano en reconocimiento a los festejos del Centenario (1910).
Hacia finales de la presidencia del radical Marcelo Torcuato
de Alvear (1922-1928), se decidió ampliar las oficinas de la casa de gobierno,
y se avanzó sobre el sector que había modificado Sáenz Peña, por lo cual se
perdieron el jardín de invierno y una galería en planta baja, entre otras
cosas.
No obstante, la metamorfosis de la sede administrativa
nacional no sólo no termina ahí, sino que le aguardaban los retrocesos más
grandes y violentos. En 1937, el presidente Agustín P. Justo firmó el
certificado de defunción de la Casa Rosada cuando ordenó su demolición con el
fin de que se viera el río desde la Plaza de Mayo. La idea era mudar la sede
gubernamental a otro edificio. En cumplimiento de la orden del primer
mandatario, se comenzó a derribar la construcción por su lado sur. Con las
elecciones y el cambio de gobierno, el nuevo presidente (Roberto Marcelino
Ortiz) detuvo la destrucción. A pesar de eso, ya se habían perdido diecisiete
metros de la antigua Casa de Correos.
El 21 de mayo de 1942 se dictó el decreto 120.412, por el
cual se declaraba monumento histórico nacional a la casa de gobierno, entre
otros edificios históricos de la zona, como la Catedral Metropolitana, las
ruinas de la Aduana de Taylor (que habían sido descubiertas en excavaciones
realizadas con otros fines ese mismo año -tengamos en cuenta que al dejar de
funcionar, se rellenó el lugar para avanzar y ganar tierra al río-), etc.
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Destrozos provocados por el bombardeo. Al fondo, el actual Ministerio de Economía. |
Sin embargo, la decisión de Ortiz no liberaría a la Casa
Rosada de otro ataque, esta vez completamente irracional, que se produjo el 16
de junio de 1955 cuando aviones de la Fuerza Aérea y la Marina bombardearon la
zona de Plaza de Mayo y la mismísima casa de gobierno con la intención de dar
muerte al presidente Juan Domingo Perón. A los destrozos provocados por la
intentona, hay que sumar un saldo muchísimo más lamentable: 700 muertos y más
de 300 heridos. Aun hoy pueden verse sobre los mármoles de la fachada del
Ministerio de Economía (que descansa sobre la calle Hipólito Yrigoyen) las
marcas de los proyectiles disparados por los aviones. Meses más tarde volvieron
a intentar derrocar al gobierno constitucional, esta vez con éxito.
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Marcas de disparos sobre la pared del Ministerio de Economía. |
En 1957, el gobierno de facto crea por decreto el Museo de
la Casa de Gobierno, en el que seguramente no habría expuestos elementos del
gobierno peronista, que desde el golpe de Estado (y durante décadas) pasó a ser
un tema prohibido: la proscripción política del Partido Justicialista se
mantuvo incluso durante los breves períodos democráticos que intentaron hacer
pie por aquellos años.
El edificio de la Casa Rosada no sufrió grandes
modificaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, aunque sí
remodelaciones y mantenimientos, algunos de los cuales pueden ser criticados
(como por ejemplo, la sustitución de vitrales de las puertas internas para colocar
acondicionadores de aire).
En la década de 1990, tras las numerosas protestas contra el
gobierno de Carlos Menem, se cercó el edificio con un vallado que suele
utilizar la policía durante las manifestaciones. La sucesión de marchas llegó a
ser tal, que la división entre la Casa Rosada y todo lo que la rodeaba se tornó
inamovible. Luego de los incidentes de 2001 (que terminaron con la renuncia de Fernando
De la Rúa), se adelantó el vallado hasta la mitad de la Plaza de Mayo, donde
aún hoy permanece.
Durante al administración de Néstor Kirchner, se colocó un
enrejado que circundó toda la Casa Rosada y también se cerró el Parque Colón, el
cual quedó incluido dentro del perímetro de la sede gubernamental. Sobre la que
fuera la calle Balcarce, y que quedó elidida por la ampliación del perímetro,
se colocaron fuentes rectangulares.
Como parte de los festejos del Bicentenario (2010), se agregaron luces LED para iluminar y acentuar el característico color rosa de las paredes. Además, la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner inauguró un reloj sobre el “arco de triunfo”,
que si bien estaba en los planos originales de Tamburini, nunca se lo había
emplazado (lo que sucedió fue que el arquitecto había cambiado el plan mientras
trabajaba porque decidió hacer más alto el arco, ya que -según sostenía- la
eliminación de la recova que dividía la Plaza de Mayo achataba el edificio, que
debía sobresalir). También se le agregó un escudo enorme con el logo del
Bicentenario que se ilumina, y que desentona con todo el conjunto. Una modificación importante se realizó en el Museo que tras algunas refacciones se transformó en el Museo del Bicentenario.
Mezcla rara de estilos arquitectónicos ideados por
profesionales de diferentes nacionalidades, la Casa Rosada ha reunido
durante su historia cicatrices de todos los colores, debido al desprolijo
crecimiento que iba teniendo, a las marchas y contramarchas, y a las
improvisaciones que se sucedieron a lo largo de los años, no exentas de episodios
de suma violencia. Casi un paradójico reflejo de la evolución política nacional.
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Planos originales de Tambuniri. |
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Vista del lado este, con la nueva construcción
del Museo del Bicentenario. |
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La Casa Rosada hoy, iluminada por LED y
el escudo del Bicentenario. |