Las películas de cine han captado la atención y admiración de millones de personas, desde su nacimiento en 1895. Nuestro país no se mantuvo al margen, y prefirió no ser un espectador más de ese nuevo desafío que se presentaba en el mundo del entretenimiento. Hacia fines del siglo XIX, Buenos Aires miraba con avidez a su modelo más querido, Europa, y no tardó en traer a estas latitudes la sorprendente atracción de las imágenes en movimiento. Sólo unos meses después de la proyección original de los hermanos Lumière en el Viejo Continente, se realizó en el Teatro Odeón la primera función en la ciudad (18 de julio de 1896). Algunos investigadores sostienen que no fue ésta la primera proyección en Buenos Aires, sino que el 6 de julio de 1896 se realizó en Florida 344 la exhibición de imágenes en movimiento realizadas por la competencia británica de los Lumière, la Escuela de Brighton.
Más allá de la divergencia, lo importante es el éxito que tuvo la iniciativa, pues abriría la puerta a una industria que alcanzaría con el correr de los años los máximos galardones mundiales por su calidad.
Hacia 1900 se inauguró la primera sala de cine porteña, el Cinematógrafo Nacional, ubicada en Maipú 471. En ese mismo año, abrieron sus puertas dos salas más en la ciudad, lo cual demuestra la aceptación que tuvo en el público de inicios del siglo XX. Las películas, en esa época, eran proyecciones cortas de determinados acontecimientos, como por ejemplo, la llegada del presidente brasileño Campos Salles a la Argentina, o imágenes tomadas en un parque de diversiones en el barrio de Flores. También era común que las salas contaran con un piano para musicalizar en vivo las imágenes (en algunos festivales de cine suelen proyectarse películas mudas con música en vivo, una experiencia por demás interesante para los amantes del cine).
En 1911, apareció la primera sala en la calle Lavalle, inaugurando una zona que llegaría a su máximo esplendor en las décadas del '70 y '80, para luego comenzar a desaparecer y transformarse en galerías o templos evangelistas. Hacia 1913, las crónicas de la época hablan de Lavalle como "la calle de los cines" y "nuestro Broadway".
Como suele suceder en estos casos, la Primera Guerra Mundial provocó la merma del material que llegaba desde el extranjero, lo que redundó en un incremento de la industria nacional. En diciembre de 1914, se estrena en el Teatro Colón el filme Amalia, que es el primer largometraje que admiró el público argentino. En 1915, se estrena Nobleza gaucha, que se convirtió en el primer largometraje exitoso de la industria nacional.
El cine Real (Esmeralda 425) que abrió sus puertas en 1915, contó con el privilegio de ser la sala que el 27 de abril de 1933 estrenara la primera película sonora del cine argentino: Tango. En realidad es la primera sonora sin discos, pues desde la orquesta en vivo, la industria fue probando distintas maneras de agregar sonido sincronizado con las imágenes. La primera película en la historia fue El cantor de jazz (1927), cuyo sonido venía en discos de pasta, sin embargo, para cuando llegó a la Argentina, este sistema ya había caído en desuso.
Pasaron los años y la industria crecía sin parar. Llegaron los grandes estudios de filmación (Lumiton, Argentina Sonofilm, etc.) y con ellos una época de esplendor del cine nacional, con estrellas de la talla de Luis Sandrini, Tita Merello, Delia Garcés, Enrique Muiño, Sabrina Olmos, etc.). En auge de la industria se hace más pronunciado en la década del '40 debido a la Segunda Guerra Mundial. Comienza la etapa de las películas conocidas como "de las divas del teléfono blanco", pues en todas las cintas aparecía un aparato telefónico de este color. En 1946, se estrenó El ángel desnudo en el cine Ópera, en la que Olga Zubarry realizó el primer desnudo de la historia del cine nacional. De más está decir el revuelo que causó en la época, y como no puede ser de otra manera, el escándalo estuvo acompañado de un rotundo éxito.
La tecnología siguió avanzando y masificándose: llega la televisión. El cine, entonces, tiene que buscar la forma de no perder público. Hacia mediados de los años '50 se ensancha la pantalla (CinemaScope) y llegan los primeros ensayos del cine en tres dimensiones.
En la década del '60 se comienza a mirar al público infantil como nicho de mercado, y en 1965 se destina el cine Los Ángeles (Corrientes casi esquina Callao, inaugurado en 1947) a la proyección de la obra de Disney. La sala, de 1.400 butacas, fue la primera en todo el mundo en estar dedicada exclusivamente a la obra de Walt Disney. Hoy es una multisala mutilada por una cadena de fast food.
Las crisis económicas y, nuevamente, la masificación de los avances tecnológicos atentaron otra vez contra la industria. Muchísimas salas cerraron, y otras se vendieron a las grandes cadenas extranjeras, que construyeron cines más pequeños pero con mayor tecnología. Hoy en día se va creciendo la cantidad de películas 3D para hacer frente a la piratería que pone a la venta los dvd de las películas antes de que se estrenen. Y hasta tiene Buenos Aires un espacio en el cual se puede cenar mientras se ve una película.
La industria cinematográfica ha demostrado con creces su capacidad para adaptarse a los cambios que se van produciendo en el mercado. Y es esa misma tecnología que le va quitando público al mejorar las condiciones caseras para ver películas (como el home theatre, los LCD de cada vez más pulgadas y mejor imagen y el Blue Ray) la que también le aporta soluciones para que la gran fábrica de sueños nos ofrezca ilusiones cada vez más reales. No podemos hablar de un "The End", pues es obvio que esta historia continuará...
q lindo e interesante lo q escribiste. sobre todo para los q el cine nos genera muchas de las sencaciones y emociones q describis. Muchsa de las cosas q escribiste las conocía, otras no, pero igual todas ellas juntas, y con las que no, me generaron, curiosidad, nostalgia, alegrìa de su vigencia y x sobre todo muchas muchas ganas de q volvamos a ir al cine!!!!!!!, jeje besitos martino
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