domingo, 6 de marzo de 2011

Carnaval toda la vida...

Resulta difícil rastrear el origen de la festividad del Carnaval, pues se disfraza con diferentes máscaras, que ocultan su verdadero nacimiento. Así, pues, encontramos que surge como una celebración ofrecida al dios romano Baco, o como las fiestas Saturnales (en honor del dios Saturno), o las Lupercales (que honraban al Fauno Luperco), o incluso, también como una ceremonia al dios egipcio Apis.
Estas fiestas fueron apagándose a medida que las religiones paganas iban debilitándose en tanto el cristianismo iba ganando adeptos. Tal como sucedió con la Navidad, la nueva religión tomó ritos y celebraciones de los paganos, como una estrategia para acercarlos a sus filas. Ya en la Edad Media, tan adepta a las abstinencias para limpiar el alma, el Carnaval comienza a representar la despedida de la vida licenciosa, antes de la Cuaresma.
La festividad ha tenido sus altibajos a lo largo de su vida, muchas veces ligados al poder de turno, que en busca de orden o por miedo al "vale todo", ponía límites a la celebración. Es así que, por ejemplo, el rey Carlos I de España prohibió en 1523 los disfraces y máscaras para la celebración, camino que años más tarde sería desandado por Felipe IV.
El Carnaval llega a América Latina, obviamente, de la mano de los conquistadores. Si bien en todos los pueblos y ciudades se festeja, en algunos lugares tuvo un auge digno de admiración y ha sabido convertirse en emblema de la ciudad que lo alberga. Sin lugar a dudas, hablar de Carnaval es hablar de la brasileña Rio de Janeiro. En la Argentina, Gualeguaychú y Corrientes han sabido hacer lo propio, muy dignamente a pesar de las diferencias (económicas, de dimensiones, etc.).
Decía más arriba que el poder siempre miró con recelo al Carnaval. Tal vez el hecho de que mucha gente reunida en las calles, que esconde su rostro y se da el lujo de ser "libre", supo poner a los gobernantes a la defensiva.
En 1778, el virrey Ceballos prohibía por "escandalosas" y desenfrenadas estas fiestas. Rosas hizo lo propio hacia 1844, cuando su poder comenzaba a ser discutido por la población. Reanudado, con don Juan Manuel en el exilio, el Carnaval supo tener prohibiciones parciales, como la que fue casi cuestión de Estado cuando un grupo de jóvenes intentó en 1872 representar en una comparsa la "Expedición al Desierto", algo que -lógicamente- sería impedido.
La luz eléctrica en las calles sumó atractivo a la celebración, y ya comienzos del siglo XX, el Carnaval (más reglamentado y ordenado) adquiere nuevos aires en la Capital Federal. Los corsos y bailes se vuelven relevantes. Las grandes tiendas comienzan a vender disfraces, y se organizan concursos. El tango mismo utilizó la puerta del Carnaval para legitimarse en la clase media. Los teatros levantaban sus butacas y organizaban bailes en sus salones, con la orquesta sobre el escenario (los más famosos fueron los realizados en el Ópera, el Politeama, el Marconi y el Smart -actual Blanca Podestá-. Hasta el Teatro Colón se sumó en 1936 a la organización de un elegante baile de disfraces.

La Avenida de Mayo ornamentada para festejar el Carnaval.
En la década del '30, los corsos se mudan de sus habituales escenarios (el de la Avenida de Mayo fue el más destacado) hacia los barrios, y naces agrupaciones distintivas de los lugares que los albergaban. Surgen así las murgas como: Los Criticones de Villa Urquiza, Los Eléctricos de Villa Devoto, Los Amantes de La Boca, Los Cometas de Boedo, etcétera.  Con el paso del tiempo, el brillo del festejo en la calle iría disminuyendo. En realidad, los clubes barriales tomaban la posta en la organización de estos festejos. Se destacan, entre otros, los bailes del Club Comunicaciones, del Centro Asturiano de Vicente López, del Club Boca Jurniors. El éxito de estas veladas era medido en recaudación, y es por eso que los organizadores no reparaban en gastos a la hora de convocar estrellas.
La realidad política atacaría otra vez, en 1976, el festejo del Carnaval. El poder de facto encabezado por Videla dictó el decreto-ley 21.329, por el cual se establecía la desaparición del Carnaval del calendario oficial. La eliminación del feriado atentó contra la celebración, que fue perdiendo el poco brillo que le quedaba... hasta hoy, que por primera vez en 35 años se vuelve a festejar oficialmente.

Los Cometas de Boedo.  
Es imposible saber qué futuro le depara al festejo del Carnaval. Tal vez sea un nuevo vaivén de los tantos que tuvo a lo largo de su historia, o quizás sea el renacer de una fiesta que irá adquiriendo brillo y color con el paso de los años hasta transformarse en un polo económico y turístico como el de Rio de Janeiro o Venecia... lo único cierto, es que es que estos "cuatro días locos" son, al menos este año, una reivindicación más ante los atropellos que el poder político supo ejercer sobre las libertades individuales. Sin lugar a dudas, una buena razón para festejar.  

1 comentario:

  1. No se que le deparara, pero en el presente, desde que estoy viviendo en uno de los apartamentos en buenos aires, todos los años voy a ver los corsos y festejos que hay aqui!! Estan por toda la ciudad, y son dignos de ser vistos!

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