Si hablamos de naufragios, sin duda, el más promocionado fue el que sufriera la nave inglesa Titanic en 1912. Y si nos referimos a accidentes en los que los sobrevivientes debieron recurrir al canibalismo para no morir, la tragedia de los Andes, en 1972, será el hecho que vendrá a nuestra memoria.
Estos sucesos permanecen cercanos a nosotros gracias al cine, no obstante, hubo un hecho que reunió ambas características y que, tal vez por lo lejano en el tiempo, no conocemos, aunque en su momento también tuvo su representación artística.
Sucede que a principios de julio de 1816 (cuando en estas tierras se preparaba la declaración de independencia) la fragata francesa Méduse encalló a pocos kilómetros de la actual Mauritania, cuando iba a tomar posesión de la colonia de Senegal. El accidente se produjo en medio de una tormenta, cuando la nave gala se separó del grupo de barcos que se dirigía hacia África, por impericia de su capitán, el vizconde Huges Duroy de Chaumereys. Luego de intentar infructuosamente recuperar la nave, los tripulantes decidieron construir una balsa, dado que los botes no alcanzaban para las 400 personas que estaban a bordo. Los aristócratas se subieron a las chalupas, y el resto de los pasajeros, a la balsa construida con maderos de la fragata. La idea era que los botes remolcaran a la balsa, y así lograr acercarse a la costa.Pero es sabido que el hombre propone y dios dispone, y por alguna razón que no se ha podido determinar, todas las sogas que unían a los botes con la balsa se cortaron, quedando la improvisada embarcación navegando al garete.
A partir de allí, quienes iban sobre la balsa (que medía 20 metros de largo por 7 de ancho), comenzaron una odisea de supervivencia que cualquier productor televisivo de nuestros días filmaría con sumo placer. Peleas, suicidios, un motín, el asesinato de los más débiles, el hambre y la condición humana cruzando sin tapujos los límites de la civilización, fueron los condimentos de una travesía que duró aproximadamente 13 días. Quienes lograron sobrevivir tuvieron que acceder a alimentarse con los restos de los muertos.
El 17 de julio de 1816, la nave Argus se topa por casualidad con la balsa, y rescata a los sobrevivientes, quienes al llegar a París relatan lo sucedido, desatando un escándalo político de grandes dimensiones, pues el capitán del navío había sido designado, según se supo al investigar lo sucedido, por favoritismo político, y no por idoneidad.
Obnubilado por las dimensiones que tomaba el caso, y dispuesto a hacerse famoso por su obra, un joven pintor llamado Théodore Géricault decidió plasmar en el lienzo una representación del hecho. Para realizar el cuadro (de 4,91 por 7,16 metros), el artista dibujó muchos bocetos, inspirados en sus numerosas visitas a la morgue y al hospital. Ocho meses después, Géricault, de 27 años, terminaba la gigantesca obra que le abriría las puertas del gran mundo del arte, y lo convertiría en uno de los referentes del movimiento romántico. "Le radeau de la Méduse" fue exhibido en el Museo del Louvre, exponiendo a la vista de todos el panorama sombrío y caótico (que se refleja en los tonos y el desorden de la escena) por el que tuvieron que pasar los 15 sobrevivientes de la tragedia. No obstante, Géricault decidió hacer hincapié en el preciso momento en que la desesperación se torna esperanza, cuando los náufragos divisan a lo lejos al Argus.
A pesar de que el trabajo tuvo mucho éxito, el artista quedó excluido de los encargos oficiales debido a que la monarquía tomó a la obra de arte como un ataque. El joven pintor fue acusado de instigar a la sublevación popular contra el poder. Fue así que Géricault decidió llevar su obra a Londres.
Théodore Géricault murió a los 32 años, víctima de una enfermedad. Luego de su deceso, el gobierno francés compró la obra, que hoy está expuesta en el Salón de 1819 del Museo del Louvre.
Jean-Luis André Théodore Géricault (1791-1824) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario