domingo, 7 de octubre de 2012

La Batalla de la Escalera (Madrid, 1841)

"Asalto de Diego de León al Palacio Real de Madrid", Museo de Romántico de Madrid.

El ser humano libra batallas desde que el mundo es mundo, y han sido tantas a lo largo de la historia que resultan miles las razones, las duraciones y los lugares por las que pudieran catalogarse con la idea de lograr su ordenamiento. De las que he tomado conocimiento hasta ahora, me ha sorprendido una en especial, por el escenario en el que se desarrolló.
Probablemente no sea una "batalla" en sí, sino una rebelión, pero así, al menos, la menciona en la Guía del Palacio (pág. 26). El hecho ocurrió hace exactamente 171 años (7 de octubre de 1841), en la escalinata realizada por el siciliano Francisco Sabatini en el ingreso al Palacio Real español (de Madrid).
Durante la década de 1830, España había vivido agitada por enfrentamientos políticos internos, derivados de la lucha por el trono, del afianzamiento de nuevas ideas políticas y de la convicción de las partes en que cada una de ellas tenía la mejor solución (como suele suceder en estos casos).
La noche del 7 de octubre de 1841, un grupo de soldados comandados por el general Diego de León, redujo a la guardia del Palacio de Oriente, e ingresó por la entrada principal con la misión de raptar a la futura reina de España, Isabel. Superiores en número a los alabarderos del Palacio, y convencidos de que éstos no opondrían resistencia al asalto, llegaron a las escaleras que conducían al corazón del Palacio.
Puerta principal por donde ingresaron las tropas de Diego de León.
Los planes fallaron, y los pocos alabarderos, comandados por el general Dulce Garay, hicieron frente a la tropa que intentaba ingresar a las habitaciones reales.
El enfrentamiento, completamente desigual en número aunque parejo en valentía, se extendió durante varias horas en las escalinatas de mármol, y ante la imposibilidad de consolidar un avance y la suposición de que el general Espartero (regente de gobierno) ya habría solicitado refuerzos para la defensa del palacio, en la madrugada del 8 de octubre, el grupo de asalto emprendió la retirada. Al ver el general Diego de León que era perseguido por un grupo de húsares, decidió entregarse. Fue sometido al Consejo de Guerra, y condenado a muerte por atentar contra la Reina. Al amanecer del 15 de octubre, y desoyendo los pedidos de clemencia hasta de la mismísima Reina (su regente Espartero hizo caso omiso), el general Diego de León fue fusilado junto a la Puerta de Toledo.
Hasta aquí los hechos crudos, sin embargo, la historia se remonta a muchos años antes. El Rey que fue origen de todo esto es nuestro conocido (en América Latina) Fernando VII, quien, luego de tres matrimonios que no le dejaran descendencia, contrae nupcias con María Cristina de Borbón en 1829. Esta vez, engendró dos hijas (Isabel y Luisa Fernanda). En 1830, el Rey promulga una antigua ley, la Pragmática Sanción, que establecía que en caso de que el monarca falleciera sin descendencia de varones, heredaría el trono la primera hija mujer. Fue entonces cuando el hermano del Rey, el infante Carlos, vio perdidas sus ilusiones de hacerse del Trono Español. A partir de allí, ya fallecido Fernando VII (1833), tienen lugar las guerras carlistas, por las que el hermano del Rey (desplazado en sus aspiraciones) intenta hacer valer lo que considera su derecho. Es en ese momento que un joven soldado demuestra su valor e hidalguía en el campo de batalla, en defensa de la regente María Cristina (madre de Isabel). Finalizadas las guerras, y enfrentada también a luchas ideológicas entre liberales moderados, progresistas y carlistas, María Cristina fue "convencida" por las Cortes de que compartiera la regencia con el general Baldomero Espartero, quien había sellado la paz con los carlistas. En breve tiempo, María Cristina fue desplazada de la regencia, quedando Espartero a cargo del gobierno y del cuidado de la Reina hasta que cumpliera la mayoría de edad.
La "batalla de la escalera" se produce porque las tropas leales a María Cristina buscaban raptar a la Reina, pero para llevarla con su madre que había tenido que irse al norte de España. No buscaban más que eso, pero no dio resultado. Fusilado De León, Espartero logró mantenerse en el cargo por dos años más, pero en 1843 fue desplazado por esas mismas internas políticas que lo habían encumbrado. La Reina fue declarada mayor de edad, y con 13 años asumió las responsabilidades del gobierno.
Llama la atención, en pleno siglo XXI, la actitud del general Diego de León, quien con 31 años y un futuro promisorio -pues luego de su desempeño en las guerras carlistas era considerado poco menos que un héroe-, eligió entregarse y hacerse cargo de sus actos, aun a sabiendas de que se le iba la vida en eso. La madrugada previa a su fusilamiento le escribió una carta a su esposa en la que le pedía que lo ayudara a enfrentar sus últimas horas con la valentía con la que había vivido, y argumenta que "la muerte menos temida, da más vida".  Dicen que enfrentó con su uniforme de gala y condecoraciones a sus antiguos soldados encargados de gatillar contra su general, dicen que los miró a los ojos, y él mismo dio la orden, dicen que sus últimas palabras fueron: "que no les tiemble el pulso... al corazón".