domingo, 16 de septiembre de 2012

La curiosa historia de la Casa Rosada



Es la sede del gobierno nacional de la República Argentina, y su evolución arquitectónica bien podría compararse con la historia política del país. Erigida en el lugar que ocupara el antiguo fuerte precolonial, su desarrollo fue por demás desprolijo, y ha pasado por distintos estadios hasta llegar al edificio que conocemos en nuestros días.
Pocos años después de la segunda fundación de Buenos Aires, se levantó sobre las barrancas que asomaban al Río de la Plata la “Real Fortaleza de don Juan Baltasar de Austria”. Con el tiempo, se le agregó un murallón con torreones salientes en sus cuatro ángulos y hasta puente levadizo. Además, se la rodeó de un foso. Hacia el siglo XVIII, con su fisonomía ya asentada, cambió su nombre por “Castillo de san Miguel” (ya que se lo había encomendado a la “protección” de este santo). Al crearse el Virreinato (1776), se reforma la residencia de los gobernadores dentro del fuerte, y se la convierte en “palacio virreinal”. El fuerte fue sede de gobierno desde su origen, salvo durante el mandato de Rosas, quien lo usó para la reserva de tropas.
A medida que crecía el Virreinato, y luego de 1810, la Confederación, la sede de gobierno era modificada, y refaccionada; se derrumbaban distintas secciones del fuerte y se buscaba modernizar el lugar. En 1820, por ejemplo, el presidente Rivadavia sustituyó el puente levadizo por un portón de estilo neoclásico.
Hacia 1855, se construyó detrás del fuerte la Aduana Nueva, conocida también con el nombre del ingeniero inglés que se encargó del proyecto (Aduana de Taylor). Cuarenta años más tarde dejaría de funcionar, para dar paso al proyecto conocido como Puerto Madero (también en honor a su creador, Eduardo Madero), construido sobre terrenos ganados al río.
Durante su presidencia (1868-1874), Domingo Faustino Sarmiento se mostró particularmente interesado en la comunicación, probablemente porque la interpretaba como un símbolo de desarrollo, que tanto le preocupaba. Además del conocido impulso a la educación, fue en su gobierno que la actividad postal tuvo un importante crecimiento. El 5 de octubre de 1872 se dicta la ley 556, por medio de la cual se expresaba la necesidad de construir oficinas de correo en todo el país y una sede principal, que estaría ubicada en la esquina suroeste que había ocupado el antiguo fuerte, al lado de la casa de gobierno. La proximidad de ambos edificios da una idea del rol destacado que tenía la actividad para el gobierno de Sarmiento. La construcción de la “Casa de Correos y Telégrafos” estuvo a cargo del arquitecto sueco Carl Kihlberg.
Si bien durante la presidencia de Sarmiento también se reacondicionó el antiguo “palacio virreinal” (por ejemplo, es de esta época que toma el color rosado que le daría su nombre), el contraste entre el flamante edificio de correos y la sede del gobierno nacional era muy grande. Fue Julio Argentino Roca, durante su primer mandato (1880-1886), quien encarga al arquitecto sueco Henrik Aberg la construcción de la nueva casa de gobierno sobre la esquina noroeste del antiguo fuerte, con la premisa de que mantuviera similares líneas arquitectónicas con la Casa de Correos y Telégrafos, que tan buen impacto había producido en la población. Hacia 1884, se podían ver dos casas similares (no iguales, pues la de gobierno tenía balcones que la de correos no poseía) separadas por una pequeña calle, al fondo de la cual se divisaba la vieja casa virreinal.
Vista de la casa virreinal y al fondo el edificio de correos.
La República Argentina continuaba creciendo, y con ella, las necesidades administrativas del gobierno nacional. Para solucionar este tema, se decidió anexar el edificio de correos al palacio gubernamental, pero no sólo en lo que hace a tareas, sino también arquitectónicamente. El proyecto fue encomendado al arquitecto italiano Francisco Tamburini, quien ideó un gran arco de triunfo para unir ambas fincas, con la idea de que fuera utilizado como puerta principal de acceso. Además de cerrar completamente la manzana con una construcción de estilo italiano, una gran fachada de cara al río y la explanada en el lado norte. El edificio de correos se trasladó entonces a la esquina de Bolívar y Moreno, y la casa virreinal fue demolida por completo, proyectándose en su lugar el conocido “Patio de las Palmeras”.
Con la obra de Tamburini se hizo notoria una mínima diferencia de altura existente entre los dos edificios, la cual quedó plasmada en la irregularidad que presenta la unión de la ménsula de la otrora Casa de Correos con la del arco correspondiente a Balcarce 50. Además, en el agregado realizado por el lado norte (el de la explanada) también se puede ver cierta “desprolijidad” en la unión con la casa de gobierno construida por Aberg.
Irregularidad en la unión de ménsulas.
Otra desprolijidad en la obra de Tamburini.
Tanto el edificio de Kihlberg como el de Aberg tenían techos de mansardas que se mantuvieron hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando se cambiaron por planchas de cobre. Desde 1891, la fachada este se encuentra presidida por el grupo escultórico “Las artes, la ciencia y el trabajo coronan la República”, obra del artista italiano Achille Bianchi.
La casa de gobierno está edificada sobre una barranca, lo cual hace que la fachada del lado oeste cuente con tres pisos, mientras que la del este presenta cuatro niveles.
Durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1914), la sede de gobierno fue utilizada también como vivienda por el primer mandatario, pues una enfermedad que lo aquejaba lo imposibilitaba para trasladarse con comodidad. Sáenz Peña fue el único presidente que vivió en Balcarce 50 (como también se denomina a la Casa Rosada, aunque ya no sea la dirección de ingreso oficial). Remodeló, pues, el lado noreste, donde fijó su residencia. Las modificaciones edilicias, que incluían un jardín de invierno, estuvieron a cargo del arquitecto francés Norbert Maillart (autor también de la sede de Tribunales, el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Palacio del Correo, las dos últimas con la colaboración del ruso Jaques Spolsky).
El predio que ocupara la antigua Aduana de Taylor se transformó en un parque que también fue modificado con el paso de los años. El proyecto original estuvo a cargo del paisajista Carlos Thays y fue inaugurado en octubre de 1904. En 1921, se terminó el monumento a Cristobal Colón, esculpido en mármol de carrara por el artista Arnaldo Zocchi, donado por el gobierno italiano en reconocimiento a los festejos del Centenario (1910).
Hacia finales de la presidencia del radical Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928), se decidió ampliar las oficinas de la casa de gobierno, y se avanzó sobre el sector que había modificado Sáenz Peña, por lo cual se perdieron el jardín de invierno y una galería en planta baja, entre otras cosas.
No obstante, la metamorfosis de la sede administrativa nacional no sólo no termina ahí, sino que le aguardaban los retrocesos más grandes y violentos. En 1937, el presidente Agustín P. Justo firmó el certificado de defunción de la Casa Rosada cuando ordenó su demolición con el fin de que se viera el río desde la Plaza de Mayo. La idea era mudar la sede gubernamental a otro edificio. En cumplimiento de la orden del primer mandatario, se comenzó a derribar la construcción por su lado sur. Con las elecciones y el cambio de gobierno, el nuevo presidente (Roberto Marcelino Ortiz) detuvo la destrucción. A pesar de eso, ya se habían perdido diecisiete metros de la antigua Casa de Correos.
El 21 de mayo de 1942 se dictó el decreto 120.412, por el cual se declaraba monumento histórico nacional a la casa de gobierno, entre otros edificios históricos de la zona, como la Catedral Metropolitana, las ruinas de la Aduana de Taylor (que habían sido descubiertas en excavaciones realizadas con otros fines ese mismo año -tengamos en cuenta que al dejar de funcionar, se rellenó el lugar para avanzar y ganar tierra al río-), etc.
Destrozos provocados por el bombardeo. Al fondo, el actual Ministerio de Economía.
Sin embargo, la decisión de Ortiz no liberaría a la Casa Rosada de otro ataque, esta vez completamente irracional, que se produjo el 16 de junio de 1955 cuando aviones de la Fuerza Aérea y la Marina bombardearon la zona de Plaza de Mayo y la mismísima casa de gobierno con la intención de dar muerte al presidente Juan Domingo Perón. A los destrozos provocados por la intentona, hay que sumar un saldo muchísimo más lamentable: 700 muertos y más de 300 heridos. Aun hoy pueden verse sobre los mármoles de la fachada del Ministerio de Economía (que descansa sobre la calle Hipólito Yrigoyen) las marcas de los proyectiles disparados por los aviones. Meses más tarde volvieron a intentar derrocar al gobierno constitucional, esta vez con éxito.
Marcas de disparos sobre la pared del Ministerio de Economía.
En 1957, el gobierno de facto crea por decreto el Museo de la Casa de Gobierno, en el que seguramente no habría expuestos elementos del gobierno peronista, que desde el golpe de Estado (y durante décadas) pasó a ser un tema prohibido: la proscripción política del Partido Justicialista se mantuvo incluso durante los breves períodos democráticos que intentaron hacer pie por aquellos años.
El edificio de la Casa Rosada no sufrió grandes modificaciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, aunque sí remodelaciones y mantenimientos, algunos de los cuales pueden ser criticados (como por ejemplo, la sustitución de vitrales de las puertas internas para colocar acondicionadores de aire).
En la década de 1990, tras las numerosas protestas contra el gobierno de Carlos Menem, se cercó el edificio con un vallado que suele utilizar la policía durante las manifestaciones. La sucesión de marchas llegó a ser tal, que la división entre la Casa Rosada y todo lo que la rodeaba se tornó inamovible. Luego de los incidentes de 2001 (que terminaron con la renuncia de Fernando De la Rúa), se adelantó el vallado hasta la mitad de la Plaza de Mayo, donde aún hoy permanece.
Durante al administración de Néstor Kirchner, se colocó un enrejado que circundó toda la Casa Rosada y también se cerró el Parque Colón, el cual quedó incluido dentro del perímetro de la sede gubernamental. Sobre la que fuera la calle Balcarce, y que quedó elidida por la ampliación del perímetro, se colocaron fuentes rectangulares.
Como parte de los festejos del Bicentenario (2010), se agregaron luces LED para iluminar y acentuar el característico color rosa de las paredes. Además, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró un reloj sobre el “arco de triunfo”, que si bien estaba en los planos originales de Tamburini, nunca se lo había emplazado (lo que sucedió fue que el arquitecto había cambiado el plan mientras trabajaba porque decidió hacer más alto el arco, ya que -según sostenía- la eliminación de la recova que dividía la Plaza de Mayo achataba el edificio, que debía sobresalir). También se le agregó un escudo enorme con el logo del Bicentenario que se ilumina, y que desentona con todo el conjunto. Una modificación importante se realizó en el Museo que tras algunas refacciones se transformó en el Museo del Bicentenario.
Mezcla rara de estilos arquitectónicos ideados por profesionales de diferentes nacionalidades, la Casa Rosada ha reunido durante su historia cicatrices de todos los colores, debido al desprolijo crecimiento que iba teniendo, a las marchas y contramarchas, y a las improvisaciones que se sucedieron a lo largo de los años, no exentas de episodios de suma violencia. Casi un paradójico reflejo de la evolución política nacional.
Planos originales de Tambuniri.

Vista del lado este, con la nueva construcción
 del Museo del Bicentenario.
La Casa Rosada hoy, iluminada por LED y
 el escudo del Bicentenario. 











domingo, 2 de septiembre de 2012

Egipto en el corazón de Madrid

Templo de Debod, Madrid.
La capital española puede deparar muchas gratas sorpresas, por ejemplo, la posibilidad de visitar una edificación del Antiguo Egipto en plena ciudad. Se trata del Templo de Debod, ubicado en el Parque de la Montaña, a pocos metros del Palacio Real y del río Manzanares.
La construcción fue donada a España a fines de la década de 1960, en agradecimiento por la colaboración que este país ofreció en el salvamiento de los templos y tesoros arqueológicos de la región de la baja Nubia ante la amenaza de inundación provocada por la nueva presa de Asuán (el caso más conocido es la mudanza de Abu Simbel).
El templo de Debod fue erigido por iniciativa del rey meroita Adijalamani, hacia el siglo II antes de Cristo, en la isla de Filé, en la zona fronteriza al sur de Egipto, en constante disputa con el reino de Meroé.
El primer recinto fue una capilla dedicada al culto de los dioses Amón e Isis. En ella, los relieves de las paredes son unos de los pocos lugares que documentan a este monarca. Posteriormente, otros reyes de la dinastía ptolemaica fueron ampliando el templo, hasta que en época de dominación romana llegó a su máximo tamaño. En el sexto siglo de nuestra era fue abandonado, y comenzó su largo viaje al olvido, hasta que la necesidad de construir una presa más grande en Asuán lo puso en escena nuevamente.
El rescate del Templo de Debod se llevó a cabo en 1960, fue el primero en realizarse debido a la cercanía que tenía al dique, y por ende, el más expuesto a quedar bajo las aguas contenidas del Nilo. Una vez solicitada la ayuda internacional a través de la UNESCO, muchos países colaboraron de distintas formas, pero cuatro fueron los que más recursos (no sólo monetarios) destinaron al proyecto. En agradecimiento al esfuerzo realizado, Egipto decidió donar diferentes templos para que sean exhibidos en los países beneficiados. De esta manera, España recibió el Templo de Debod; Estados Unidos el de Dendur; Holanda, el de Taffa, e Italia el de Ellesiya.
Recibido en 1970, el templo se terminó de reconstruir dos años más tarde. La labor fue bastante complicada, pues la catalogación de los bloques de piedra no siempre coincidía con los pocos planos que acompañaron al templo en su viaje hacia Europa.
Entre las quejas que se pueden leer en la web, destacan las referidas a que, en realidad, lo que donó el gobierno de Nasser fueron unas piedras, pues poco quedaba de la edificación original en el siglo XX. Si bien no deja de ser cierto, corresponde aclarar que existe en arqueología una técnica llamada "anastilosis" que consiste en la reconstrucción del patrimonio arqueológico con piedras que se encuentran derribadas en el mismo yacimiento. Si bien, vale aclararlo, no fue el caso en esta ocasión, pues los faltantes de Debod -sostienen algunos- provienen de Salamanca. Quizás el agregado menos agradable (aunque sí necesario) sea la membrana con la que se cubrió la azotea (visible desde los costados del templo) para proteger de las filtraciones por lluvias el interior de la construcción.
Dicen que el lugar elegido por las autoridades madrileñas para levantar el templo responde a la ubicación con respecto al atardecer, muy similar a la que tenía en su emplazamiento original. El detalle es que fue reconstruido donde se ubicaba el Cuartel de la Montaña, sublevado en los inicios de la Guerra Civil (julio de 1936) y escenario de una sangrienta contienda fraticida, y del cual quedaban sólo ruinas.
Ruinas que taparon ruinas... tal vez el hecho más discutido en esta historia, que no opaca (por tratarse de cosas completamente diferentes) la magia de visitar esta antigua joya, y trasladarse 2.200 años al pasado sin abandonar las comodidades de la vida moderna que ofrece Madrid.


Detalle de una de las columnas del pórtico.